La mente es, a la vez, la causante de todas nuestras preocupaciones, alimentando deseos y angustias, creando el concepto de un yo separado, y la llave que nos permite comprender este viaje terrenal emprendido por la conciencia. No se la puede condenar en si misma ya que puede ser un aliado y permitirnos entender que no somos tan solo este flujo mental. Sin embargo la hemos dejado ejercer un dominio absoluto sobre la vida y parasitar el conjunto de nuestras existencias. (...)
El ego es un elemento funcional que existe mientras existe este complejo cuerpo-mente. Tiene una existencia fenoménica. Así que no se trata de suprimir algo. Esta entidad es la vida que se expresa en esta dimensión terrenal y temporal, a través de aptitudes y características relacionadas con este cuerpo-mente. Es una expresión natural de la vida. El problema surge cuando el ego intenta adueñarse de esta expresión y dice: soy yo quien decide, quien actúa. (...)
El sufrimiento aparece en cuanto hay una implicación de todo el ser en lo que se presenta, identificación total a un movimiento que sólo existe temporalmente en el seno de la conciencia. El sufrimiento está asociado con el sentimiento de un yo autónomo y activo, que ocupa todo el espacio interior, y se apoya en el funcionamiento de un pensamiento dual y la creencia en una permanencia de lo manifestado. Su raíz es la identificación errónea con lo que sólo son expresiones del ser verdadero, un cuerpo percibido a través de los sentidos y un aluvión incesante de pensamientos/conceptos. (...)
La aceptación es la ausencia de soporte mental y egótico en la vivencia de lo que nos es propuesto, la ausencia de oscilaciones entre la implicación en los acontecimientos y el rechazo de los mismos. Todos los acontecimientos son movimientos espontáneos de la vida que la mente, en su funcionamiento condicionado, se empeña en paralizar, clasificándolos, según sus deseos egóticos. En cuanto sabe quedarse estable, sin espera, sin proyección, se apoya en la simple evidencia de lo que es y se deja llevar por la situación. (...)
El buscador de la verdad es un ser de pasión, entusiasta, audaz, perseverante, que deja que la vida se manifieste plenamente en él, dejando que circule libremente a través de su propio espacio. Este espacio es tranquilo porque está despejado, vacío de cualquier representación objetiva. “Se necesita un corazón ardiente dentro de una paz vacía y silenciosa” nos dice el Maestro Eckhart. La realidad no puede ser vista mientras no hayamos renunciado a nuestras identificaciones falsas, mientras el despojamiento necesario no haya sido llevado a cabo, mientras no hayamos comprendido que nada nos separa de nuestra esencia; es solamente nuestra mente que fabrica esta idea de distancia, que crea etapas y metas por alcanzar. (...)
Nada puede decirse acerca de la conciencia. En cuanto hablamos de algo, o pensamos en algo, creamos una distancia, una separación. No obstante, la conciencia es lo que somos, nuestra verdadera naturaleza y la fuente de todo. La mente no puede captarla, ni explicarla, ya que el Sujeto último no puede pensarse. Está más allá de las formulaciones. Por lo tanto es imposible pensar en él, meditar sobre él o imaginárselo. (...)
El amor es la fuente de cada cosa. Es la expresión misma de la vida cuyo flujo nunca se agota. Es la energía que impregna el universo entero con sus vibraciones, lo penetra y lo sostiene. Cada ínfimo elemento de la totalidad es atravesado por esta energía impersonal, sin condición, sin límite. Ella es el espacio vibrante de la vida, silencioso y vacío. El amor es esta energía que “mueve el sol y las demás estrellas” (último verso de la Divina Comedia de Dante). (...)
Puede parecer paradójico hablar del silencio, pero el silencio del cual hablamos aquí no es una ausencia de pensamientos, palabras o ruidos. Es la sustancia misma del universo y lo abarca todo. Es un espacio vacío, que no puede ser alcanzado como un objeto. Siempre presente, no hay que hacer nada particular para encontrarlo. Quien lo busca es el obstáculo. Porque el silencio es lo que somos. Es otra palabra para nombrar la conciencia. (...)